UN MUNDO IDEAL


Alberto tiene 12 años y está muy nervioso porque empieza en el cole de mayores, sus papás están muy contentos pero él tiene muchas dudas. ¿Qué es eso de escoger ciencias o letras?

¿Qué tienes que decidir si estudias ya una cosa u otra para ver lo que quieres trabajar de
mayor? Cuando sea mayor… que lejos queda eso.

Una tarde papá estaba trabajando encima de un escritorio que tienen en el salón y Alberto se acercó y le preguntó cómo había sabido lo que quería estudiar cuando era pequeño. Papá le explicó que el abuelo era abogado y que siempre le había gustado lo que hacía y que lo admiraba mucho así que desde pequeño sabía que era lo que quería estudiar. Alberto se encogió de hombros. La respuesta no le había servido de nada, quizá incluso le había puesto hasta más nervioso porque a él no le parecía que papá hiciera cosas fascinantes o divertidas.

Probablemente él no quisiera ser abogad. Esperaba que papá no se enfadara por ello.
Cuando llego el tío Eduardo a casa a visitar a papá después de estar un rato en el gimnasio saludó a Alberto y sonrió diciéndole:

- ¿Qué tal Alberto? Te veo muy pensativo, disfruta ahora que todavía no tienes clase.

- Ya tío. Estoy pensando en eso. Tengo que coger optativas de ciencias o de letras y me
he parado a pensar y no sé lo que quiero ser de mayor.

- No te preocupes Alberto si algo podemos hacer siempre es cambiar de opinión. Mira
además vamos a hacer un juego. Trae un folio y tu estuche.

Alberto corrió a por él encantado de que alguien le echara una mano. Cuando volvió al salón. Eduardo le dijo:


- Te voy a escribir en una hoja un mogollón de profesiones de mayores y luego
tú vamos a dibujar todo aquello que te llame la atención y tal cuál te lo imagines. Mañana me lo cuentas ¿Vale?

Alberto asintió y se puso manos a la obra. El tiempo pasó y ya era hora de irse a la ducha. Guardó sus folios a la espera de enseñárselos mañana al tío Eduardo. Cuando Eduardo llego a casa al día siguiente encontró a Alberto viendo la televisión.

- ¿Qué tal Alberto? Hoy ya te veo más entretenido. ¿Hiciste el juego del que hablamos?
Si no lo has hecho no pasa nada.

- Sí. Mira tío. Estos son los tres dibujos que he hecho y la verdad que me ha servido
mucho.

El tío Eduardo miró los folios con curiosidad y empezó por revisar el primero de ellos, en él aparecía un chico dando clase a unos niños, en la pizarra escritos un montón de números. Alberto había escogido ser profesor de matemáticas.


En el siguiente dibujo aparecía un señor escribiendo en una libreta y con una especia de máquina y de bote al lado ¿Era un investigador? ¿Un técnico de laboratorio? No se hizo más preguntas cuando vio el tercer dibujo. Aparecía lo que era un dibujo del propio Alberto con una gran sonrisa y rodeado de animales, en medio del dibujo una mesa y una lámpara encima y un montón de cosas. A Alberto le gustaría ser veterinario.

Cuando le fue a devolver los dibujos Eduardo le dijo que ya veía que había encontrado una solución a su preocupación. Alberto le dijo:

- Sí, tío Eduardo. Al final viendo las profesiones que habías escrito me di cuenta que
cuando llevamos a Thor al veterinario siento una gran emoción al ver que él sale del
quirófano y nos dice que está curado. Cómo trata a nuestro perro con cariño como si
fuera suyo. Pensé en lo divertido que sería estar rodeado de mascotas todo el día.

- Pues muy bien cariño. Para eso será mejor que escojas las asignaturas de ciencias para
conocer los animales, su mundo, nuestro cuerpo y el suyo.

Alberto sonrió y le dio las gracias a su tío por haberlo ayudado a empezar el inicio de curso con más tranquilidad y a encontrar su pasión




Había un hombre que tenía cuatro hijos. Quería que  aprendieran a no juzgar las cosas superficialmente; entonces envió a cada uno por turnos a ver un manzano que estaba a una gran distancia. El primer hijo fue en el Invierno, el segundo en Primavera, el tercero en Verano y el hijo más joven en el Otoño. Cuando todos ellos  regresaron, les llamó y juntos les pidió que describieran lo que habían visto.

El primer hijo mencionó que el árbol tenía las ramas desnudas, que estaba doblado y retorcido. El segundo dijo que no, que estaba cubierto con brotes verdes y lleno de promesas. El tercer hijo no estuvo de acuerdo,  dijo que estaba lleno de flores y colorido, que tenía un aroma muy dulce y se veía muy hermoso. El último de los hijos también discrepó, dijo que estaba lleno de frutos y hojas,  repleto de vida y satisfacción.

Entonces el hombre les explicó a sus hijos que todos tenían  razón, pero que cada uno había visto solo una de las estaciones de la vida del árbol.
Les argumentó que no debían de juzgar a un árbol, o a una persona, por solo ver una de sus temporadas, y que la esencia de lo que son,  su experiencia vital,  solo puede ser medida al final, cuando todas las estaciones han pasado.


Recuerda: Si  te das por vencido en el invierno, habrás perdido la promesa de la primavera, la belleza del verano y la satisfacción del otoño. No dejes que el dolor de una estación destruya la dicha del resto.
No juzgues la vida por solo una estación difícil. Persevera a través de las dificultades y malas rachas… mejores tiempos seguramente vienen por delante.

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